En el ascensor del trabajo
El reloj marcaba las seis de la tarde cuando Ana y Diego se adentraron en el ascensor, ambos agotados después de un largo día de trabajo. La jornada había sido especialmente agitada, y la promesa de un merecido descanso al final del día era lo único que los mantenía en pie. Pero lo que comenzó como una simple rutina se convirtió en una experiencia inesperada cuando el ascensor se detuvo bruscamente entre dos pisos, sumiéndolos en la oscuridad. —¿Qué está pasando? —preguntó Ana, con un dejo de preocupación en su voz, mientras buscaba en vano el botón de emergencia. Diego frunció el ceño, intentando mantener la calma mientras revisaba los controles del ascensor. —Parece que estamos atascados —respondió, con voz serena pero preocupada—. Probablemente sea solo un problema técnico. Intentaré comunicarme con mantenimiento. Ana asintió, tratando de contener los nervios que amenazaban con apoderarse de ella. La idea de estar atrapada en un espacio reducido con su jefe, por horas, no era preci