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Travistiendo a mi primo

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Juan entró en el cuarto de su primo Demian, mirando alrededor con curiosidad. Era un cuarto típico de adolescente, con pósters de bandas y deportistas en las paredes y un escritorio desordenado en un rincón. —¿Qué pasa, primo? —preguntó Juan, acercándose a la cama donde Demian estaba sentado, jugando con su teléfono. Demian levantó la vista y sonrió. —Nada, nada. Solo jugando un poco. ¿Y tú? —respondió. —Nada, solo pensaba en ti —dijo Juan, sonriendo con picardía. Demian se ruborizó ligeramente y bajó la vista hacia su teléfono. —¿De qué manera? —preguntó, intentando sonar indiferente. Juan se sentó en la cama a su lado y lo miró con curiosidad. —Bueno, te has dejado crecer el pelo, primo. Estás empezando a parecer una chica —dijo Juan, acariciando suavemente el cabello largo y rubio de Demian. Demian se rió incómodo y se alejó un poco. —¿Qué dices? ¡No es cierto! —protestó. —Sí, sí lo es —insistió Juan, sonriendo—. Pero no te preocupes, te queda bien. De hecho, creo que podrías pasar

La Primera Visita al Ginecólogo: Una Experiencia Inolvidable

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Era un día soleado de primavera cuando Sofía, una joven de 18 años, se dirigió por primera vez al consultorio del ginecólogo. Nerviosa y un poco ansiosa, Sofía había escuchado historias de sus amigas sobre las visitas al médico y estaba curiosa por saber qué la esperaba. Al llegar al consultorio, Sofía fue recibida por dos doctores, el Dr. Carlos y el Dr. Alejandro. Ambos eran hombres atractivos y amables, con una sonrisa que la hizo sentir más relajada. - Hola Sofía, bienvenida. Soy el Dr. Carlos y este es mi colega, el Dr. Alejandro. Estaremos a cargo de tu primera visita al ginecólogo. - Dijo el Dr. Carlos con una voz suave y tranquilizadora. Sofía se sintió un poco intimidada, pero su curiosidad y deseo de aprender la ayudaron a relajarse. - Hola, soy Sofía. Estoy un poco nerviosa, pero confío en ustedes. - Respondió Sofía con una sonrisa tímida. Los doctores la hicieron pasar a una habitación privada, donde se encontraba una cama de examen y varios instrumentos médicos. Sofía se s

Camila, la facil

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  Camila González llevaba apenas un año en la empresa, pero había dejado su huella con su creatividad y su capacidad de resolución de problemas. Con solo 28 años, su ascenso como diseñadora gráfica había sido meteórico. Alta, de piel morena, con rizos oscuros que caían sobre sus hombros, siempre vestía de manera moderna pero adecuada para el ambiente corporativo. Tenía una personalidad vibrante y decidida, pero nunca esperó que la vida le presentara una prueba tan complicada. Su jefe, Javier Sandoval, era el CEO de la compañía. Un hombre en sus cincuenta y tantos, de cabello canoso, siempre perfectamente peinado hacia atrás, con un porte serio y elegante. Sus trajes a medida resaltaban su figura robusta, y su voz profunda marcaba su autoridad con cada palabra. Era respetado y temido a partes iguales. Pero lo que pocos sabían era que detrás de esa fachada impenetrable, Javier escondía una soledad que lo había acompañado por años. El día en que la relación entre ellos comenzó a cambiar f

Una jefa bien culeada

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Una jefa bien culeada Claudia Navarro no había llegado a los 54 años siendo una mujer cualquiera. Era una de las ejecutivas más respetadas en su campo. Su porte elegante y su mirada firme la habían llevado a la cima de una de las empresas más importantes de la ciudad. Su cabello, largo y castaño, se había vuelto más plateado con el tiempo, pero lo llevaba con orgullo, siempre recogido en un moño perfecto. Vestía trajes oscuros que realzaban su figura alta y delgada, y sus tacones resonaban en los pasillos como el recordatorio de su autoridad. Claudia estaba acostumbrada a estar al mando, a no mostrar vulnerabilidades. Sin embargo, todo cambió cuando Lucas Vega, un consultor freelance de 28 años, fue contratado para colaborar temporalmente con su equipo. Lucas era lo opuesto a ella: joven, creativo, lleno de vida. Su cabello oscuro y desordenado, y sus jeans gastados, chocaban con el ambiente más formal de la oficina. Pero lo que más atraía a Claudia no era su aspecto juvenil, sino su e

Jovencita Manoseada en el Autobús hasta el Orgasmo

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Era una mañana soleada y calurosa cuando María, una joven estudiante de 18 años, se dirigió a la parada de autobús para ir a la universidad. Llevaba una falda corta y una blusa ajustada que resaltaba su figura juvenil y atractiva. Sin saberlo, su destino estaba a punto de tomar un giro inesperado. Mientras esperaba en la parada, un hombre de mediana edad se acercó a ella. Su mirada intensa y su sonrisa pícara hicieron que María se sintiera incómoda. El hombre, llamado Juan, comenzó a hablarle con una voz suave y seductora. "Hola, bonita. ¿Vas a la universidad? Yo también soy estudiante, aunque un poco mayor que tú", dijo Juan con una sonrisa traviesa. María, nerviosa, no sabía cómo responder. Su corazón latía con fuerza y su cuerpo estaba en alerta. El autobús llegó y ambos subieron. María se sentó en un asiento vacío, tratando de ignorar a Juan, quien se sentó a su lado. Pero Juan no tenía intención de dejarla en paz. Con una mano, comenzó a tocar suavemente su pierna, hacie

Chantaje y emputecimiento de una Milf

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En una tranquila tarde de verano, el sol se filtraba por las cortinas de la espaciosa oficina de María. Con 55 años, llevaba su edad con gracia: elegante, de sonrisa cálida y con una mente aguda que la había llevado a lo más alto en su carrera como ejecutiva. Estaba concentrada, revisando documentos que parecían tener más peso del habitual. Su vida familiar era estable, o al menos así lo parecía, pero en ese preciso momento, todo estaba a punto de cambiar. Unos golpes secos interrumpieron el silencio. María levantó la vista, frunciendo ligeramente el ceño. ¿Quién podría ser a esa hora sin haber avisado? Con un gesto automático, se alisó el vestido y habló en voz alta, manteniendo la compostura. —Adelante. La puerta se abrió y entró un joven. Alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes, con una confianza en su andar que no pasó desapercibida. María lo reconoció al instante, aunque su mente aún trataba de asimilar lo que veía. —Alejandro... —murmuró sorprendida, mientras una sonrisa tensa

En un hotel en Puerto Madero

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Eva está trabajando en una sesión de fotos en un evento corporativo en uno de los hoteles más exclusivos de Puerto Madero. El evento es todo lo que detesta: lleno de formalidades, trajes caros y charlas vacías. Pero el trabajo es el trabajo, y mientras ajusta el lente de su cámara, su mirada capta a Tomás Ferrer, un tipo que desentona, no por su vestimenta —está impecable en un traje negro a medida— sino por la manera en que su presencia domina el lugar. Su postura es segura, su voz grave resuena cuando da órdenes a algunos asociados, y por alguna razón, Eva no puede evitar seguir enfocándolo. El evento sigue su curso, pesado y protocolar. En un momento, Eva, harta del ambiente tenso, decide escaparse a la terraza del hotel para tomar aire. Entre las luces del skyline porteño y el río, se siente más a gusto. Con su cámara colgada al hombro, enciende un cigarrillo, disfrutando de un momento de soledad. Pero no pasa mucho tiempo antes de que se abran las puertas de la terraza y salga Tom