Travistiendo a mi primo
Juan entró en el cuarto de su primo Demian, mirando alrededor con curiosidad. Era un cuarto típico de adolescente, con pósters de bandas y deportistas en las paredes y un escritorio desordenado en un rincón. —¿Qué pasa, primo? —preguntó Juan, acercándose a la cama donde Demian estaba sentado, jugando con su teléfono. Demian levantó la vista y sonrió. —Nada, nada. Solo jugando un poco. ¿Y tú? —respondió. —Nada, solo pensaba en ti —dijo Juan, sonriendo con picardía. Demian se ruborizó ligeramente y bajó la vista hacia su teléfono. —¿De qué manera? —preguntó, intentando sonar indiferente. Juan se sentó en la cama a su lado y lo miró con curiosidad. —Bueno, te has dejado crecer el pelo, primo. Estás empezando a parecer una chica —dijo Juan, acariciando suavemente el cabello largo y rubio de Demian. Demian se rió incómodo y se alejó un poco. —¿Qué dices? ¡No es cierto! —protestó. —Sí, sí lo es —insistió Juan, sonriendo—. Pero no te preocupes, te queda bien. De hecho, creo que podrías pasar